sábado, 12 de diciembre de 2009

Brooks estaba institucionalizado

Poco antes de colgar de una cuerda por el cuello hasta morir en su desangelada habitación de hombre libre, el viejo Brooks había escrito con la punta de su navaja sobre una viga de madera del techo Brooks was here (Brooks estuvo aquí).

En los días previos a este desenlace había sufrido, mucho más que disfrutado, de la libertad condicional después de 40 años recluido en la cárcel. No la había solicitado, se había visto forzado a salir de su ‘casa’ hacia un mundo desconocido, hostil, demasiado grande para él... Incluso antes de salir del penal, cuando ya conocía su nuevo destino en libertad, los que hasta entonces habían convivido con él sufrieron en carne propia el radical cambio de humor de Brooks.

Sus amigos no se lo explicaban; ni siquiera Andy, el banquero, el inteligente del grupo, fue capaz de encontrar una razón. Fue Red quien entendió con claridad lo que estaba sucediendo: supo ver que el miedo atenazaba al viejo y lo expresó así: “Brooks está institucionalizado”.

La escena en que Red (Morgan Freeman) explica a Andy (Tim Robbins) y a los demás que Brooks (James Whitmore) está institucionalizado es magistral. En realidad en Cadena Perpetua (Frank Darabont, 1994) hay muchos momentos memorables. Recomiendo vivamente al lector que visualice el fragmento que vinculo aquí: http://www.youtube.com/watch?v=ZTQMzh5iCoc

Institucionalizado. Acomodado en su zona de confort. Refractario a novedades... ¿Desea el lector sugerir metáforas que alimenten un debate? Será un placer.

Que tengan un buen día.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Si estás triste, vé al aeropuerto.

Hoy he vivido cuatro horas y media en la T4 del aeropuerto de Madrid-Barajas, una instalación maravillosa, grande y llena de gente, de taxis y de empleados de una compañía aérea vestidos con un llamativo uniforme de color naranja.

El hombre negro y muy bajito que se liga a la chica guapa en la película "Yo, yo mismo e Irene" (Jim Carrey, 'prota' absoluto), a la sazón chófer de limusina, declaraba que su empleo como conductor le permitía desarrollar un experimento sociológico, aunque él era físico nuclear o algo así. Yo declaro que mi estancia de 4,5 horas en la T4 no ha respondido a experimento alguno (aunque sí me he ligado a la chica guapa, de nombre Isabel), pero tras deambular por la terminal durante todo ese tiempo tengo algo que decir, y voy a decirlo.

Amigo, si estás triste vé al aeropuerto. Sitúate en la zona de llegadas, frente a las puertas por las que salen los viajeros. Quédate allí algún tiempo, y observa. Mirá cuánta gente acude al aeropuerto a recibir a familiares, amigos y colegas. Comprueba que nueve de cada diez encuentros incluyen abrazos, besos, sonrisas, risas y risotadas... Son momentos buenos, agradables instantes donde fluye el cariño entre personas. De hecho, ¿has presenciado en alguna ocasión escenas tristes en un aeropuerto?

Ahora que hablo de buen rollo y cariño que fluye, recuerdo la campaña "Free Hugs" (Abrazos Gratis) y me parece recomendable, amigo lector, que veas un video sobre ella mientras escuchas a "Presuntos Implicados".

Algo me dice que debo aclarar el motivo por el que he disfrutado 4,5 horas en la T4, ligue incluido. He ido a recibir a mi 'hermano' peruano Pepe Guerrero, que llegaba a Madrid con su esposa y sus tres hijos para disfrutar de unos días en España. Su vuelo se ha demorado cerca de tres horas. Pero cuando por fin han aparecido por la puerta, nos hemos abrazado, besado, reído. Puro buen rollo.

Si estás triste, vé al aeropuerto.

Que tengas un buen día.