jueves, 26 de noviembre de 2009

Es urgente sonreir

Mi amigo y cliente Damián Calderón, excelente profesional de la Agencia EFE, me ha hecho un obsequio de los que no se olvidan. Se trata de LA SONRISA URGENTE, LO MÁS DIVERTIDO DE LA HISTORIA DE LA AGENCIA EFE, editado por Aguilar.

La portada es todo un poema, gracias a la cámara y la oportunidad de Manuel P. Barriopedro. En la fotografía se observa a un paisano echando un sueñecito sobre una carretilla de tiro bajo una pintada que reza "Arriba España". Con razón la foto lleva por título "Pero dentro de un ratito".

En el interior hay numerosos artículos y fotografías que recogen un pedazo de la historia que han vivido profesionales de esa casa. Con algunos de ellos he tenido el placer y el privilegio de trabajar en los últimos meses: Javier Otazu, Alberto Masegosa, Enrique M. Merino, Pilar Valero, Fuad Abdelrahim, Marta Cerame, Ramiro Fuente...

Los duros también pueden ser coquetos
La lectura de este libro es altamente recomendable porque, parafraseando su título, es urgente, muy urgente sonreir, y en sus páginas hay un buen número de oportunidades para hacerlo mientras uno aprende y sigue cultivándose. Entre ellas destaco hoy un pequeño artículo de Alberto Masegosa titulado "Los duros también pueden ser coquetos", que se reproduce a continuación:

"Corría 1989 y estaba destinado en Túnez, donde la dirección de la OLP se había instalado tras su expulsión de Líbano. Había entrevistado meses atrás por primera vez a Yaser Arafat con motivo de una visita que le hizo el entonces líder comunista español Julio Anguita. Y se me había presentado hacerlo por segunda vez con motivo de otra visita de una delegación española (a decir verdad, no me acuerdo de cuál).

La cita era en una de las villas de las afueras de la ciudad que las autoridades tunecinas habían alquilado a la dirección palestina. Como siempre en estos casos, los asesores de Arafat me habían convocado bastante antes del encuentro. Me presenté, pues, a primera hora de la mañana en la mansión, donde nada más llegar me introdujeron en un amplio salón en el que había colgado un enorme espejo. Llevaría un par de horas esperando, cuando de repente se abrió la puerta y entró un tipo con un paquete en la mano. Vestía uniforme verde caqui y tenía los ojos saltones, era más bien bajito y calvo. Sin mirarme ni decir ni pío, sacó del paquete una kufiya, la tradicional pañoleta palestina, y se la empezó a colocar delante del espejo.

A partir de entonces dejé en apariencia de prestarle atención, me sentía que sobraba en la escena. Pero no pude por menos que observarle de reojo, nunca directamente. Y me sorprendió lo cuidadoso que parecía el tipo colocándose la kufiya ante el espejo. Me dio la impresión de que se la cambiaba tres o cuatro veces de posición, de que nunca estaba contento de cómo le quedaban los pliegues, la caída de la pañoleta por los hombros y la espalda. 'Parece una señora', pensé. En fin, que estuvo acicalándose durante diez o quince minutos hasta que debió de quedarse satisfecho de su aspecto con la kufiya. Porque salió del salón. Lo hizo como entró, sin mirarme ni decir ni pío. Media hora después me dijeron que Abu Abas (nombre de guerra de Arafat) ya había llegado, y me esperaba en otra sala. Y cuando en la otra sala me caí del higo:el tipo que tenía enfrente, vestido de caqui, con los ojos saltones, más bien bajito y calvo, era Yaser Arafat. Le reconocí por su sonrisa.
Y por la kufiya, que le daba un aire de gran dignidad."

Que tengan un buen día.